Para tratar la rosacea la medida más sencilla es el cuidado de la piel: emplear preparados tópicos suaves, foto protección FPS50 y evitar los peelings y los productos de limpieza agresivos. Se debe recordar que todos los estímulos vasodilatadores pueden empeorar el cuadro: calor, baños calientes y consumo de alcohol o alimentos picantes.
El tratamiento médico de la rosacea recae en el empleo de antibióticos y antiinflamatorios tópicos (metronidazol, ácido azelaico, clindamicina, inhibidores de la calcineurina) y evitar los corticoides: aunque éstos tienen un efecto antiinflamatorio excelente, provocan un efecto rebote al ser suspendidos, con un empeoramiento súbito. Asimismo, favorecen la atrofia cutánea y la aparición de telangiectasias, que incrementan la clínica de la enfermedad. Oralmente se pueden administrar antibióticos como las tetraciclinas, que resultan muy efectivas en la rosácea más inflamatoria y con afectación ocular. En casos especialmente rebeldes de efactación cutánea se puede administrar isotretinoína oral, un derivado de la vitamina A con una elevada eficacia.
El tratamiento mediante láser permite disminuir el componente vascular de la enfermedad, reduciendo o eliminando las telangiectasias y favoreciendo que el cuadro no evolucione más rápidamente. La mejoría estética tras la eliminación del componente vascular de la rosácea es muy notable. Entre los dispositivos más empleados se encuentran la luz pulsada intensa y el láser de colorante pulsado.
¿Cómo se puede prevenir un empeoramiento de la rosacea?
La medida más importante y simple es la protección solar, ya que la radiación ultravioleta daña la dermis, donde asientan los capilares cutáneos. La pérdida de soporte de los capilares es una de las causas principales para que aparezca. La eliminación de las telangiectasias con láser permite enlentecer el ritmo de progresión de la rosácea y mejorar el aspecto estético de la misma de forma notable